UN VASO DE WHISKY - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"


UN VASO DE WHISKY, por  Lía Daza

Cuando aquella mujer entró en mi despacho sentí un escalofrío en la entrepierna, su paso era firme, algo acelerado a pesar de sus altos tacones, su cabello rubio lo llevaba recogido en una coleta alta que balanceaba al ritmo con sus caderas, sus ojos grandes y azules reflejaban una inteligencia viva, su alto y proporcionado cuerpo desprendía una femineidad que ya no recordaba, lo cubría con un
vestido simple blanco salpicado de pequeñas  flores violetas. Colgaba de su brazo un pequeño bolso del mismo color que asía con firmeza. Mostraba signos de angustia, y su respiración entrecortada me excitaba al tiempo que me alertaban de un gran peligro.
Metí precipitado mi camisa por la cintura del  pantalón mientras la invitaba a sentarse, pensé en un nuevo caso, apenas acomodada comenzó a narrar como la seguían y que había decidido entrar en el único portal que encontró abierto.Le ofrecí un whisky que aceptó de buen grado y sin dejar de mirar la puerta me contó lo que ahora resumo:
"Se encontraba la muerte cumpliendo su fúnebre eterna obligación llevándose la vida de un jubilado holandés en los últimos instantes de su existencia montado en una calesera por las calles que rodean la Catedral de Sevilla. Fue una muerte plácida, indolora, silenciosa. Su recién estrenada viuda no se percató hasta pasados unos minutos. Los necesarios para asustarse del silencio de su marido.
Los gritos desconsolados de la mujer pasaron desapercibidos para la muerte, no tanto por estar acostumbrados a ello como por quedarse absorto ante ella.
La muerte aceleró el paso y ellacruzó veloz la siguiente avenida. La muerte se angustió de no poder seguirla y aceleró el paso. Un taxi que bajaba por la avenida se interpuso en su camino lo suficiente como para hacerlo detenerse bruscamente.
Instintivamente, La muerte le quitó la vida al taxista con un cotidiano infarto e inició nuevamente la marcha. A lo lejos de la calle veía el balanceo de sucoleta. Tras de sí, le seguía el alma del taxista.
La muerte del taxista había sido una liberalidad de la muerte.Existe un código ético: solo puede arrebatar aquellas vidas que tienen su destino señalado. Quitar una vida no prevista conlleva la resurrección de la muerte anterior.
La escena que en ese instante se produjo en la calesera fue dantesca, no tanto por la resurrección en si del jubilado como por el momento en el que se produjo y no fue otro que aquel en el que la viuda se arrepentía entre sollozos de haberle sido infiel durante 15 años con su mejor amigo."
Incrédulo ante aquella historia asumí mi desdichada relación con las mujeres, guapas y locas. Con mi mayor sonrisa acompañé a la mujer hasta el portal maldiciendo mi condición de eterno perdedor.
Me acomodé en mi sillónrespirando el perfume que aún flotaba en el ambiente, terminé el vaso de whisky saboreando el carmíncuando dos golpessonaron en la puerta del despacho.
Ella fue mi último cliente.

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