LOS MANDAMIENTOS CONCULCADOS - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

LOS MANDAMIENTOS CONCULCADOS

    Desde la calle, lejos, llegó a sus oídos el sonido de un par de disparos. La ciudad se sacudía el olor del pescado crudo y herido que llegaba del puerto. Los campanarios callaban asustados, envueltos en una niebla con textura de placenta. En los hostales convivían divos caídos y comadrejas que vomitaban en un orinal. Alguien cruza un puente con pavor porque nota que es seguido a
distancia corta, cualquier asunto familiar. La noche acoge a los borrachos a contratiempo y a las putas desenfocadas que salen dispersas a pasear.
    Mike Sandino, detective privado acostumbrado a tratar con hombres que hablaban usando onomatopeyas, unos tipos a los que el mentón les quedaba fuera en la foto de perfil de la ficha policial, acababa de dar carpetazo a su último caso y se acomoda en el Flynn, un garito en blanco y negro que debía su nombre a la admiración que Denver, su dueño, sentía por el actor mítico que comía cebolla cruda antes de besar a Olivia de Havilland o morir con las botas puestas y luego, borracho y engreído, tocaba el piano con su miembro en erección.
    No había sido difícil: un capo furioso que ordena con frialdad, su esposa desnuda y entregada en brazos de un amante, un matón torpe que deja pistas cuando sale de la habitación del hotel tras haber tiroteado al hombre y a la mujer en pleno coito, un policía corrupto que mira hacia otro lado en medio de la escena del crimen, maraña de sangre y gestos extáticos y desencajados, Mike Sandino contratado por Anne, la hija del amante, encontrando en la habitación un pitillo tirado a medio fumar, tirando del hilo, señalando sin miedo ni pudor al policía, al sicario y al capo, firmando quizá su sentencia de muerte en cualquier noche aislada, en algún callejón habitado por polizones de sueños y sombras deprimidas y perros sin dueño que sostienen una mirada con aluminosis. No, a Sandino no le apetecía morir, pero estaba convencido de que la muerte sentaba mejor cuando llegaba y se encontraba la puerta abierta. Le pagaban por resolver casos perdidos y jamás reculó en su cometido. Sí sentía miedo aquella noche, pero lo diluía en el humo de un cigarro cuyas bocanadas le sabían a hostia consagrada y a zotal.
    Un par de hombres entran en el bar.
    De inmediato fijan su mirada en Mike, quien sabe que lo esperarán fuera al salir.
    Hay un tipo que ama a Dios en segundo lugar, dos niños que juran en falso, tres señoras que pasan de largo la puerta de una iglesia, cuatro hermanos que escapan de casa, cinco tipos oscuros que organizan una matanza, seis vagabundos que se calientan en una orgía, siete canallas que roban una joyería, ochos testigos falsos que engañarán al mejor jurado, nueve ángeles arrepentidos, diez gotas de whisky sobre la barra del Flynn que Sandino lame para revivir, acaso por última vez, el sabor de los mandamientos conculcados.



Seudónimo:Domingo Viloleta

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alexandra Ortiz "La monicha", por mariana - Carmona XXX Concurso Nacional de Cante Flamenco

Carmona: Nevada 10 de Enero de 2.010

Flamenco: Mari Nieves Sanchez “Nieves Itoly”, por Polo Carmona XXXI Concurso Nacional de Cante Flamenco