La sonrisa del mal - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"
La sonrisa del mal
-¡¿Vas a hablar o no?! - Gritó el chico a aquella pobre chica, aquella dulce niña, ya no tan dulce y ya no tan niña.
La joven rubia se escondía debajo de la cama del motel, intentando esconderse de su peor pesadilla.
Los gritos de la muchacha y la risa desquiciadaera lo único que había en la habitación.
- Primor, sabes que esto va a acabar mal si sigues llorando asi.
El chicho sonreía dando vueltas por la habitación, mirándose en el reflejo del cuchillo que llevaba en sus manos, sonriendo, mostrando su perfecta dentadura, deseando incar el diente.
Se sentó en la cama y acaricio el endredon de leopardo que la cubria. Crujieron los muelles y la cama se hundió, la chica lloro mas.
- ¡Solo eres una puta barata! -. Gritó con todas sus fuerzas, la vena de su cuello se hincho , se agacho y miro por debajo de la cama a la rubia despeinada.
La agarró con fuerza y la arrastró hasta una alfombra de color limón y la dejó allí, como una presa fácil.
- No se nada, te lo j...- Balbuceó la chica mirando al suelo, El la cogió de la mandibula y puso un dedo en sus labios rojos, ya no tan rojos, como si callara a un niño.
- ¿Por qué lo haceís tan difícil? ¿Tengo que estar matandos siempre porque no sabeis nada? - su tono era calmado, su personalidad habia mudado en solo unos instantes – He matado a dieciocho como tú y todas se creen especiales.
- Te crees que eres diferente y que no eres mala, pero, ¡Al final sois todas iguales! - Grito y por la mejilla morada causada por los golpes corrió una lágrima.
- Todas callaís como putas, como lo que soís.
El clavó el cuchillo en el vientre de la chica, la chica clavó su mirada en el.
El la abrazo y besó su cabeza, pero ese era el peor castigo para ella, estar en sus últimos minutos de vida, abrazada al que empujo el arma.
Su gabardina estaba colgada del perchero y de ella sacó una flor.
- No te preocupes primor, para tí también hay .- Dejó la flor sobre la herida mientras sangraba, como si aquella rosa roja fuera a pararlo.
La habitación del motel estaba precintada, los policias observaban alquel crimen.
- Y todas esas rosas y esas muchachas, ¿Que cree que es esto, un puto juego? - Maldijo en voz alta el jefe de policía, Caro.
A su lado, su mas fiel amigo, policía bastante importante en aquel pueblo, James.
- ¿Quien sera ese maltido canaya ...? - Dijo Caro con un puro en su boca.
- Caro, soy yo – Caro le miró serio -, soy ese asesino que va a acabar con este pueblo, y que para calmar el dolor dejo una rosa, aunque algunos como tu no la merzcais .- James, rajo la garganta de Caro, una preciosa sonrisa roja y una flor.
– seudonimo: Tara
-¡¿Vas a hablar o no?! - Gritó el chico a aquella pobre chica, aquella dulce niña, ya no tan dulce y ya no tan niña.
La joven rubia se escondía debajo de la cama del motel, intentando esconderse de su peor pesadilla.
Los gritos de la muchacha y la risa desquiciadaera lo único que había en la habitación.

El chicho sonreía dando vueltas por la habitación, mirándose en el reflejo del cuchillo que llevaba en sus manos, sonriendo, mostrando su perfecta dentadura, deseando incar el diente.
Se sentó en la cama y acaricio el endredon de leopardo que la cubria. Crujieron los muelles y la cama se hundió, la chica lloro mas.
- ¡Solo eres una puta barata! -. Gritó con todas sus fuerzas, la vena de su cuello se hincho , se agacho y miro por debajo de la cama a la rubia despeinada.
La agarró con fuerza y la arrastró hasta una alfombra de color limón y la dejó allí, como una presa fácil.
- No se nada, te lo j...- Balbuceó la chica mirando al suelo, El la cogió de la mandibula y puso un dedo en sus labios rojos, ya no tan rojos, como si callara a un niño.
- ¿Por qué lo haceís tan difícil? ¿Tengo que estar matandos siempre porque no sabeis nada? - su tono era calmado, su personalidad habia mudado en solo unos instantes – He matado a dieciocho como tú y todas se creen especiales.
- Te crees que eres diferente y que no eres mala, pero, ¡Al final sois todas iguales! - Grito y por la mejilla morada causada por los golpes corrió una lágrima.
- Todas callaís como putas, como lo que soís.
El clavó el cuchillo en el vientre de la chica, la chica clavó su mirada en el.
El la abrazo y besó su cabeza, pero ese era el peor castigo para ella, estar en sus últimos minutos de vida, abrazada al que empujo el arma.
Su gabardina estaba colgada del perchero y de ella sacó una flor.
- No te preocupes primor, para tí también hay .- Dejó la flor sobre la herida mientras sangraba, como si aquella rosa roja fuera a pararlo.
La habitación del motel estaba precintada, los policias observaban alquel crimen.
- Y todas esas rosas y esas muchachas, ¿Que cree que es esto, un puto juego? - Maldijo en voz alta el jefe de policía, Caro.
A su lado, su mas fiel amigo, policía bastante importante en aquel pueblo, James.
- ¿Quien sera ese maltido canaya ...? - Dijo Caro con un puro en su boca.
- Caro, soy yo – Caro le miró serio -, soy ese asesino que va a acabar con este pueblo, y que para calmar el dolor dejo una rosa, aunque algunos como tu no la merzcais .- James, rajo la garganta de Caro, una preciosa sonrisa roja y una flor.
– seudonimo: Tara
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