«La última noche» - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"
«La última noche»
Sabía que más tarde o temprano acabarían descubriéndola. Aun así, corrió con la mayor celeridad posible hasta resguardarse en un tugurio con muy poca luz en el que un par de viejos y una camarera
con pinta de no haberse desmaquillado desde hacía décadas, la recibieron sin apenas gesticular. Afuera llovía y estaba agotada, así que se sentó en la barra y pidió un whisky doble con hielo. Mientras se secaba el pelo con una servilleta de papel, uno de los señores se dirigió a ella con voz grave y penetrante:
–Sabemos quién eres, pequeña. Aquí estarás a salvo.
Ella no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Se suponía que absolutamente nadie podía conocer su paradero ni su identidad. En ese momento la camarera del local esbozó una sonrisa de complicidad y la invitó a que se bebiera el whisky de un solo trago. Ella procedió sin ningún miramiento y golpeó el vaso sobre la madera de estilo inglés al acabar de beber, instándola a que volviera a llenarlo. Después de tres rondas, se secó los labios con la mano y se levantó del taburete, dirigiéndose al par de ancianos que la acompañaban en esa húmeda y desapacible noche. Cuando estuvo frente a ellos, reconoció la cara de Harry. En efecto, se trataba del sargento William, ahora ya retirado, y con el que tantas veces había patrullado las zonas más conflictivas de su Boston natal.
–Ya entiendo por qué estoy en Manhattan. He venido a hacer el trabajo sucio, el que tú no pudiste hacer.
–En efecto, teniente Conrad –contestó William–. Gracias por haber matado al hombre que arruinó mi carrera. Ahora, todo vuelve a estar en orden.
Después de escuchar sus palabras, la teniente volvió a la barra a por otra ronda de whisky, con lágrimas en sus ojos. Esa fue su última noche como oficial de policía.
Seudónimo:Amanda Bramante
Sabía que más tarde o temprano acabarían descubriéndola. Aun así, corrió con la mayor celeridad posible hasta resguardarse en un tugurio con muy poca luz en el que un par de viejos y una camarera

–Sabemos quién eres, pequeña. Aquí estarás a salvo.
Ella no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Se suponía que absolutamente nadie podía conocer su paradero ni su identidad. En ese momento la camarera del local esbozó una sonrisa de complicidad y la invitó a que se bebiera el whisky de un solo trago. Ella procedió sin ningún miramiento y golpeó el vaso sobre la madera de estilo inglés al acabar de beber, instándola a que volviera a llenarlo. Después de tres rondas, se secó los labios con la mano y se levantó del taburete, dirigiéndose al par de ancianos que la acompañaban en esa húmeda y desapacible noche. Cuando estuvo frente a ellos, reconoció la cara de Harry. En efecto, se trataba del sargento William, ahora ya retirado, y con el que tantas veces había patrullado las zonas más conflictivas de su Boston natal.
–Ya entiendo por qué estoy en Manhattan. He venido a hacer el trabajo sucio, el que tú no pudiste hacer.
–En efecto, teniente Conrad –contestó William–. Gracias por haber matado al hombre que arruinó mi carrera. Ahora, todo vuelve a estar en orden.
Después de escuchar sus palabras, la teniente volvió a la barra a por otra ronda de whisky, con lágrimas en sus ojos. Esa fue su última noche como oficial de policía.
Seudónimo:Amanda Bramante
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