ORTOPÉDICA PERVERSIÓN - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

ORTOPÉDICA PERVERSIÓN

Conducía el taxi por la noche. Así durante veinte años. Su mujer siempre le reprochó la jornada de vampiro y las eternas ausencias en los momentos decisivos de la vida familiar. Él exhibía las facturas del hogar y alegaba el rédito económico de la noctámbula jornada. Con  eso conseguía acallar las protestas.
Lo cierto es que la noche ocultaba su criminal perversión. Cada cierto tiempo las brasas interiores se le despertaban. Entonces circulaba por los barrios periféricos y buscaba a las prostitutas. De entre ellas, a las más perjudicadas. Seres desheredados a los que nadie echaría en falta. Se excitaba lamiendo sus pies, mordisqueando sus talones, salivando los empeines. Y es que sólo los pies le procuraban el placer que su espíritu le reclamaba.
Aunque no lo suficiente. Le asqueaba que el fetiche de su excitación permaneciese anclado a seres tan despreciables. Por suerte, en el maletero del taxi guardaba la solución a su problema: una sierra eléctrica Bosch de 2000 vatios. Fueron muchas las piernas amputadas, muchos los cadáveres abandonados en los contenedores, mucha la desidia policial.
Una noche eligió a una de sus prostitutas en las afueras de un polígono industrial. Valoró sus pies antes de montarla en el taxi y sintió una incipiente erección. En un momento del trayecto la prostituta le advirtió de que el precio de sus servicios sería el doble de lo habitual. “A los tíos les da morbo hacérselo con una tullida”, comentó levantándose la falda y soltando los correajes de la pierna ortopédica.
Desde esa noche nunca más se escuchó el bramido de la sierra eléctrica aullando por las calles de la ciudad. Y aunque los continuos servicios de la prostituta arruinaron su economía y su matrimonio, lo que le llevó a malvivir en una pensión de los suburbios, compartir lecho con aquella pierna ortopédica le compensaba de todos los infortunios.

Seudónimo:       Sílex