LA CAZA DE LA GEOMETRÍA - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

LA CAZA DE LA GEOMETRÍA

El disparo de salva nunca se escuchó, ninguno de los dos sabe en qué momento empezó la carrera. Carmina solo sabía que estaba junto a su primo Kotaro. La meta, si es que la había, era una incógnita en la que no reparaban. Están ahí por diversión. El escenario era también extraño. Era una casa que tenía
características que les eran familiares, pero que era mucho más grande que cualquier casa que cualquiera de los dos hubiera habitado.
Corren y no se cansan. No sienten las piernas y vuelan, o al menos sienten como que flotan parcialmente. La geometría de esa casa parece afectar la gravedad de ciertas superficies y los ángulos son engañosos. Doblas una esquina sólo para encontrarte con la misma recta. Como si la vuelta fuera más un giro dimensional que un cambio de posición. Subían paredes para saltar desde muros que no tenían razón de ser: una casa que parecía haber sido diseñada como una pista de carreras de parkour con gravedad alterada.
Así corrían, tropezaban, saltaban ingrávidos y sonreían. Cada traspiés era fácilmente recuperado con la otra pierna.
El espíritu competitivo de Carmina la llevó a buscar un atajo, Kotaro le llevaba ventaja. Ascendió por una banqueta que se alzaba hasta convertirse en una pared extraña que terminaba en una cornisa que tenía una inclinación visiblemente incómoda. Como que sabía que era imposible pararse ahí, pero a la vez intuía que si la gravedad seguía actuando como hasta entonces, podría escapar en caso de que las cosas se complicaran.
Y las cosas se complicaron. La cornisa, que parecía el punto perfecto para adelantar camino, era el equivalente de una trampa de arena gravitacional. Colgada de una mano y en un ángulo imposible respecto al suelo, Carmina pidió ayuda a Kotaro, que llegó en un par de saltos al borde de la pared. Ella no podía alcanzarle la mano que tenía libre porque la fuerza de atracción era muy superior a la de su brazo. Ahí debió haberse rendido pero en vez, dejó que Kotaro intentara jalarla de la muñeca. Ella intentó moverse lo menos posible para evitar que él perdiera el balance pero todo fue inútil. La atracción también era mucho mayor que la fuerza de Kotaro. En cuanto liberó su mano, sintieron la fuerza. Él no la soltó y juntos desaparecieron comprimidos por un hoyo negro.



SEUDONIMO: ESPINA

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