El poniente del acantilado - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

El poniente del acantilado

 
Te fuiste la noche más luminosa del otoño. La oscuridad despedía fuego de tanto que brillaban las estrellas.
Hacía rato que venías con el ánimo al revés; la sonrisa se te había descompuesto. Un día, desde el jardín, escuché golpes que venían de adentro. Te vi por la cristalera haciendo destrozos en nuestra
habitación, con el ceño tensado y la mirada enloquecida. Se me ocurrió, por tu edad, que alguna patologías e te podría estar arrimando, o que la reciente jubilación te indujese a pensar en la cercana fecha de vencimiento, pero no calzabas en ese perfil. Fuiste hombre de mascullar realidades menos violentas.
Cuando te cansaste de los puñetazos, te sentaste con la cabeza rendida sobre el pecho. Había dinamita en tu interior. Te tapabas con las manos rotas, como si la vergüenza u otras negruras te estuvieran acorralando. En esa posición, con la cara enjaulada entre las palmas, comenzó a escurrírsete el dolor por los nudillos, un revoltijo de sangre y lágrimas. El chirrido de la puerta cuando abrí te sacó de la zozobra.
―Te miré por la ventana ―confesé―. ¿Qué te pasa?
―Los nervios ―dijiste en medio del llanto.              
    Ninguno de mis consuelos curó tus desconocidas aflicciones. Te abrazaba, me abrazabas.
―Dime, por favor, de qué amargura se trata.
―Tiene solución ―me informaste entre almanaques y mareas, conectado a la predicción meteorológica―. En el mirador de la playa. 
― Iré contigo.
―No lo hagas.
El camino era estrecho y oscuro, pero esa noche no necesitabas lumbre para los pasos, ni botas para el barro. Cruzaste por un atajo de pendiente escabrosa. Te movías con rapidez. Desde atrás grité que me esperaras, pero no querías oír. El viento, como si te castigara, te lanzaba sobre las rocas al borde del acantilado. Eras la sombra de un cometa maniobrado por algo invisible. Te doblaste hacia delante. Con los brazos como alas y de puntillas en la cresta del barranco, esperaste la última arremetida del poniente que te arrojó sobre aquel mantón negro pringado de luces. Abajo, una ola reventó furiosa en el arrecife, como tú que te clavaste en el cristal del mar para luego romperte en pedazos contra los farallones. 


Seudónimo: Aceituna

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alexandra Ortiz "La monicha", por mariana - Carmona XXX Concurso Nacional de Cante Flamenco

Carmona: Nevada 10 de Enero de 2.010

Flamenco: Mari Nieves Sanchez “Nieves Itoly”, por Polo Carmona XXXI Concurso Nacional de Cante Flamenco