La Gran Sampras Ariadna Sampras falleció y a nadie le importó. Los periódicos no reportaron su muerte y sólo dos personas acudieron al funeral, siendo una de ellas, precisamente, el hombre que había acabado con su vida. La otra era su madre, que acudió por lástima, aunque no sentía pena. Quiso ser recordada como La Gran Sampras, pero nunca pasó de Ari, la pobre chica del Heaven Club, la camarera siempre excesivamente arreglada, sedienta de atención, la de la risa demasiado alta, demasiado vulgar. Ni guapa, ni fea. Ni muy lista, ni del todo tonta. Demasiado vieja ya para ser joven, demasiado arrugada para hacerse la ingenua. La asesinaron el 13 de mayo del año pasado, en una noche silenciosa y tranquila. No hubo lluvia ni tormenta, ni siquiera eso tuvo, la pobre, para subrayar el dramatismo de su último aliento. La noche no se inmutó porque no se enteró. Ariadna Sampras, Ari, murió como mueren los olvidados: rápido y en silencio. Bastó...