PATERNIDAD - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"


PATERNIDAD

 El último golpe hace que un líquido viscoso se despeñe por sus labios.
—Este reloj atrasa —escucha en el susurro del agresor—. No lo
entiendo, acabo de llevarlo al relojero, creo que tendré que hacerle una nueva visita para “arreglarle” la cabeza.
De los ojos del energúmeno se desprende cansancio y apatía. Cumple su trabajo con método cartesiano sin la más mínima implicación de un sentimiento.
—No tengo nada contra ti, créeme, solo cumplo órdenes… Despedirte de este asqueroso mundo…
Con rigurosidad cartesiana el salvaje, de boca cavernosa y mirada taladrante, descarga los golpes. El joven los encaja con una expresión de desvalimiento congelada en su rostro. No tiene escapatoria. La idea de quedarse con la recaudación del negocio de un “capo” fue temeraria y enormemente arriesgada. Le descubrieron. Cuando iba a acudir a la “pasma” pidiendo protección a cambio de denuncia, aquel sicario le secuestró en la misma puerta de la comisaría sin que ninguno de los policías de guardia lo descubriera. Ahora su suerte está echada, y saber lo que le espera acrecienta su martirio. Además, su condición de novio de la hija del “capo” obliga a éste a dar un escarmiento como “aviso a navegantes”.
—Mátate a quererla, para luego acabar en cadáver enamorado…
El energúmeno escupe sus palabras mientras despide  efluvios del güisqui que emborracha su resaca. Y el muchacho, entre puñetazo y puñetazo,  se mira en los espejos del miedo hasta que…
—No respires, hazme caso, será un tiro limpio Deja que penetre en tu boca el cañón de mi pistola. Será un momento, solo un instante… Uno… dos…
Suena el móvil. La bestia recoge la llamada mientras, con indiferencia, introduce su arma en el cinturón diciéndole al muchacho tembloroso:
—Toma mi reloj, parece que atrasa todo. Te ha traído suerte…
El sicario asiente con la cabeza al tiempo que contesta confirmando la orden recibida. Cuelga y, con indolencia, desata las ligaduras del joven. Va convirtiendo poco a poco su crueldad en sutileza.
—Límpiate ese líquido viscoso, esa asquerosa sangre, estírate la ropa,  aséate, sonríe… No eres el problema, sino la solución: el jefe dice que su hija está preñada… ¡Enhorabuena!, muchacho.
Ayuda al joven, le presenta sus respetos y lealtades, acompaña hasta la puerta y le da unos billetes para el taxi que le llevará a presencia del “boss”. Mientras cierra la puerta de la casa con llave, comenta con desgana:
—Aún tengo que llevar el coche al taller, dar un “repaso” al relojero, comprar pizzas… Qué día, Dios mío, qué día… 


Pseudonimo: Somoza

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