Zapatillas - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

Seudónimo: THOR

Zapatillas   


    Yo quería unas zapatillas, pero ni soñar con decirlo.
Comenzaban los gritos cuando papá llegaba apestando a vino. “El dinero no me alcanza”, decía mamá, y él: “¡pues a fastidiarse!”. Mis dos hermanitos se miraban arqueando las
cejas. Yo silbaba para disimular. Luego nos sentábamos a cenar fideos; antigua costumbre de la casa. Mamá comía poco y lloraba en silencio; cosas del hogar. Mis hermanos y yo terminábamos rápido; me asomaba al fogón, y si quedaban fideos los repartía entre los tres.

 Un día me fui por ahí después de cenar, sin despedirme, pensando en las zapatillas. No sé desde cuándo llevaba las viejas rotas y pegoteadas. 

Hacía tiempo que no me salía ninguna chapuza. Creo que aquella mujer fue una señal de Dios. Me lo estuve diciendo cuando me acercaba y después de darle el empujón. Iba con un bastón y un bolso muy elegante por aquel callejón vacío a las diez de la noche. 

Esa noche dormí feliz. Por la mañana estrené unas zapatillas de marca. Con la pasta sobrante le compré a mamá un pañuelo fino de colores, y a papá una botella de vino del bueno. Total, por una vez.

Mamá se me quedó mirando con ojos de espanto, me abrazó y dijo: “¡Dios mío, qué va a ser de nosotros!”. Hablaba bajito, tragándose las lágrimas. Su cara me puso escalofríos en todo el cuerpo. Seguía abrazándome con los ojos fijos en las zapatillas. No le di detalles. Para qué.

    Le ayudé a poner la mesa sin abrir la boca. Llegó mi padre con mucho olor, y mamá le susurró algo al oído. Él me miró con fiereza, dio un grito, y cuando me iba a levantar la mano, grité yo como un loco levantando el pan de la mesa. El pan se cayó al suelo y él se echó a llorar. Asustado, me abracé a mis hermanos, que también lloraban. Mamá abrazaba a papá, decía que todo se iba a arreglar. Después nos abrazó a nosotros. Sentí ganas de volver a nacer. Pensé que a lo mejor seríamos menos pobres si nos abrazásemos más.

Al cabo de un rato se presentó una pareja de guardias. Mi padre se plantó delante de mí y les dijo: “es un buen hijo, me ayuda mucho”. Ellos, con cara de palo, me tiraban del brazo. Mi madre se desmoronó en una silla con las manos en el pecho rezándole a la Virgen de los Desamparado. Mi padre, con la mirada perdida, me acompañó a la comisaría. Allí le dijeron que se fuera. Yo de momento tenía que quedarme a pesar de mis catorce años. Me abrazó como nunca lo había hecho y se marchó. Se me ocurrió que eran muchos abrazos para un solo día.

Juro que no hice más que empujar a la mujer del callejón. Estoy seguro de que Dios me la mandó pero a última hora salió mal el tiro: no tenía que padecer del corazón.

                   ******

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alexandra Ortiz "La monicha", por mariana - Carmona XXX Concurso Nacional de Cante Flamenco

Carmona: Nevada 10 de Enero de 2.010

Flamenco: Mari Nieves Sanchez “Nieves Itoly”, por Polo Carmona XXXI Concurso Nacional de Cante Flamenco