Pasos en la oscuridad - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

Pasos en la oscuridad
Julien Sorel


Aunque simulaba firmeza y falta de prisa, deseaba poder salir corriendo y atravesar rápidamente todas las calles que le impedían llegar a su destino. Como laberintos, cada una le dirigía mas profundo en la penumbra. Se sabía sin alternativas. Su mente se hallaba habituada a esos pasajes, aunque en horas diurnas. La oscuridad no le permitía reconocer detalles que guiaran su andar. Sin embargo, su memoria conseguía señales en pequeñas porciones visibles y en el chasquido de sus pasos a medida que avanzaba. Conocía la distancia y los crujidos de piedra que lo separan de su destino. El ritmo sostenido entre cada pisada, le era familiar aunque sus ojos no podían ayudarle en apoyo. A medida que avanzaba y se adentraba, iba perdiendo claridad, hasta llegar a la mas extrema negrura. De pronto, sintió advertir algo inusual. Logró distinguir un ruido doble al pisar. Siguió su trayecto y se detuvo, agudizando al máximo su atención. Algo iba mal, lo intuía. Creía estar seguro, pero no quería iniciar batalla con su serenidad. Repitió prueba y resultó lo mismo. No encontraba otra opción mas que acelerar paso. Poco a poco, el esfuerzo alteraba su respirar. Presentía insistente proximidad en cada uno de los sonidos que distinguía. Sin embargo, fracasaba en logros. Se detuvo y decidió tomar una pose defensiva. No observaba con claridad, pero avizoraba lo inminente. Una firme y autoritaria petición llegaba a sus oídos. Siguió con fidelidad las instrucciones y se aproximó a un lugar ligeramente iluminado. Pudiendo verle mejor, decidió adoptar postura combativa. Conocía el ritual habitual, pero se había prometido no volver a repetirlo de modo tan apacible, quería tomar riesgo. No se hizo esperar respuesta y ambos se dispusieron a lo mismo. Cuchillo y botella en mano, se defendieron y atacaron como pudieron. Lo que uno ganaba en agilidad, el otro lo alcanzaba en inesperada energía y decisión. El duelo parecía parejo. Si bien la experiencia asistía a cada uno en habilidades diferentes, permanecía un equilibrio que no daba fin al encuentro. El cansancio abandonaba sus cuerpos y ninguno aflojaba. Las miradas iban y venían, señalando anticipadamente los movimientos del adversario. De pronto, toda acrobacia se extinguió y un leve quejido se escuchó a lo lejos. Una botella cayó y comenzaron a oírse pasos sobre las piedras. Solo uno había podido hallar volver a su destino, solo uno pudo ver, en habitual rutina, esas calles al día siguiente.

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