Nocturna - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"


Nocturna
Afuera el manto lóbrego de la noche cubría el cielo, mas, en esa ocasión, lo más parecido que el inspector Tabladilla llegaba a atestiguar era el humo acumulándose sobre su cabeza, incrementándose con cada calada que el resto de la clientela apuraba de sus amargos cigarros hasta formar una densa nube
coronándolos; era toda una prueba de fuerza para un hombre que juró dejar ese satisfactorio vicio seis años atrás.

Sólo que en esa velada donde su principal acompañante era la bebida, el enfrentamiento contra sus propios deseos sería el menor de sus problemas.

Sentado en un taburete medio cojo, se deleitaba con el sabor de unos cacahuetes aceitosos servidos a su llegada. Probablemente sus dedos grasientos serían lo más limpio que podría hallarse entre esas paredes, pero hacía mucho que dejó de insistir a Tino con el saneamiento de su negocio al ser una causa perdida. Menos aún en esos momentos, donde su mente estaba lejos de cualquier reacción escrupulosa, navegando entre pensamientos más allá del bar. Más allá del pueblo al que juró servir.

Del bolsillo de su chaqueta sacó un papel sucio, arrugado y tintado con una escritura inteligible para la gran mayoría. Si se prestaba atención podía apreciarse que se trataba de una especie de horario, con fechas de aquel mes hasta el día en el que se encontraba, localizaciones y horas concretas que según parecía iban variando. Era lo más parecido que el inspector tenía a una pista de un grupo de jóvenes que en los últimos dos años causaron numerosos problemas a su pueblo y los pueblos colindantes; caso que nadie quiso tomar como verdadera amenaza, tachándolo de vandalismo típico adolescente hasta que, dos meses atrás, apareció muerta una chica de apenas quince años de un pueblo vecino.

De hecho, se sumaba una pista más a ese trozo de papel: una joven de cabellos oscuros. En todas las ocasiones que el inspector pudo localizar a algunos sospechosos de pertenecer al grupo, estaba ella; lo que carcomía el instinto de Tabladilla era la casual aparición de la joven apenas pasados unos días de la muerte de la otra chica. Esa muchacha se convirtió en su principal objetivo en todo ese tiempo, sin resultados, esfumándose cada vez que creía estar cerca.

–Jefe-

La voz de Tino destrozó la concentración del oficial por completo –Estoy servido- se apresuró en contestar, realizando un desganado movimiento de mano hacia su vaso.
 –Decías buscar a una chica, ¿Cierto?-

Los pozos castaños de Carlos Tabladilla se alzaron con urgencia, buscando la mirada contraria -¿La has visto? ¿Dónde?- un discreto balanceo de cabeza fue suficiente para que el hombre fijara sus ojos en la chica que instantes previos ocupaba sus pensamientos, su ansiado objetivo, escabulléndose por la puerta de entrada. Se levantó con brusquedad, sacando un billete con un valor excesivo para su copa y, sin esperar cambio, avanzó a grandes zancadas a la salida en pos de su única pista fiable.



Seudónimo: Wira.

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