Justo a tiempo - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

Justo a tiempo

 
Una persona se encontraba amarrado en una silla, furioso y atormentado, frente a una mujer de unos treinta años en la misma situación. Sus largos pelos, una vez irradiado por un color dorado, estaban teñidos de manchas rojas carmesís, entrados en contacto
con distintos y sutiles cortes en el rostro del cual menguaban rayas de sangre aún fresca.El cuerpo, maltratado por otros cortes de varias dimensiones, era despojado de todo su vestuario y presentaba pequeñas y grandes manchas purpuras gris que evidenciaban las torturas sufridas.
“Justo a tiempo.” pensó Paul.
Sin embargo,el creador de esa aterradora escena no estaba, como si nunca habría puesto pie en esa casa. Con cuidado y precaución entró. El cañón de la pistola procedió antes de él y, a menos de una mano, Paul lo acompañaba como si fuera el arma a guiarlo. Una vez adentro notó un cuerpo desplomado en el suelo, boca abajo, a los pies de un grande sofá verde oscuro, inundado por una luz argéntea proveniente de la ventana a unos pasos de él. Era el sheriff.
Se dirigió hacia él y la pobre pareja, al verlo, empezó a gemir peticiones de ayuda que, a pesar que fueran incomprensibles, cualquiera habría comprendido el significado de esos versos desesperados. Con una señal de la mano aconsejó a la pareja de enmudecerse y ellos obedecieron sin contradecirlo, dejando que sus peticiones de auxilio se manifestaran únicamente con algunas lágrimas. Se arrodilló cerca al cuerpo tendido.
«¿Sheriff?» susurró percutiéndolo.
Respiraba. Por alguna razón había sido dejado con vida y, por cuanto Paul estaba aliviado de eso, algo no cuadraba. Él sabía como operaba el asesino serial. Solo los miembros de la familia, padre o hijos, permanecían vivos, alguien para cargarse con la culpa.
«¿Qué pasó?» el sheriff abrió los ojos.
«Te dije que no vaya solo.» murmuró Paul.
«¿Qué…? ¿Qué hace acá?» exclamó levantando la voz.
«Baja la voz, maldición.» le selló la boca con su mano. «Empero sabe como debería comportarse en estas situaciones. ¿Dónde está su pistola? »
El sheriff rebuscó en su funda, mientras de repente los gritos ahogados de los Anderson volvieron a violar ese silencio que se había creado. Paul percibió un fuerte retumbo y una punzada espeluznante arderle en su pecho. Sus piernas empezaron a temblar y lentamente se doblaron hacia adelante, se llevó una mano al pecho donde tocó algo húmedo y se deslizó en sus rodillas. Sintió su respiro alejarse de él como si fuera drenado por una aspiradora insaciable y su vista anublarse cada vez más. Se deslizó hacia adelante y algo de sólido y compacto golpeó su rostro.
«Esta vez no te dejaré con vida.»
Un disparo más resonó en los oídos de los presentes. El corazón de Paul se petrificó. Oyó un golpe sordo. Paul trató de levantar un poco su mirada. El hombre estaba tendido frente de él.
«Paul.» lo llamaron.
«No creía de… estar tan feliz de verlos…»


TheWriter

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