EL ERMITAÑO ASESINO - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"
Una ocasión, cuatro niños, amigos del barrio, escaparon de sus casas, sin darse cuenta se encontraron en el bosque perdidos. Entrada la noche, fue un juego misterioso, carreras y escondidas, entraron en pánico; al divisar una luz distante, en una colina; decidieron pernoctar las horas hasta ver el alba, buscar el camino correcto, de regreso a sus respectivas casas; mientras pensaron una solución de momento y se encaminaron al castillo, en un paraje lejano, la subida del monte, los agotó, con hambre, y frío; con las esperanza de recibir ayuda, tomados de las manos, llegaron al siniestro lugar; golpearon con piedra, para ser escuchados, la anciana que vivía cuidando de esa enorme construcción, deteriorada por los años, un portón gigante, de puertas pesadas, paredes cubiertas de mala hierba, cubría las hendijas, años ocurridos en siglos de existencia; luego de tantos intentos, con aspecto tenebroso, andrajosa, pañuelo en la cabeza, grande bufanda para cubrirse del clima, chanclas duras, que seguramente le duraban los años que tenía; su aspecto les causó miedo, quien, sorprendida, dijo: ¡niños!, seguramente se han perdido en el bosque, no debieron venir, corren peligro de muerte; ellos, respondieron estar cansados, con hambre y sueño, que sea buena y les dé posada en su enorme castillo solamente por esa noche. Al siguiente día, regresarían buscando el camino correcto a sus casas; conmovida, aceptó, pero advirtió, no hacer bulla, dormir tranquilos, sin el más mínimo ruido, para no despertar al ermitaño, quien descansa en su aposento, vive lejos del mundo, perdió a su mujer y dos hijos en un accidente, no se recupera de la pena; nadie puede molestarlo. Los chicos entraron al cuarto juntos, cuando la anciana se retiró, salieron a conocer la casa, había una habitación que les llamó la atención, después de irrumpir con fuerza, haciendo ruido, encontraron el cadáver de una mujer y dos niños, quienes en un momento de locura, fueron víctimas del ermitaño, los guardaba como trofeos, en esa habitación de la muerte; los niños asustados corrieron despavoridos buscando la salida, fue el alboroto, despertaron a la anciana, y al ermitaño asesino, quienes salieron a reprender a los intrusos, la vieja condolida abrió la puerta para que escapen; así lo hicieron, pero el hombre, enfurecido, atravesó su espada en el cuello de la cuidadora, cortándole la cabeza, por abrir la puerta a extraños. De milagro escaparon corriendo por el bosque, encontraron la claridad del día, y sus hogares, la terrorífica experiencia, fue lección de vida, respetar a sus padres, ser obedientes, no salir sin permiso, ser buenos niños.
Leomara.
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