Caramelos - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

Caramelos.

Por: Rakontisto.   


—Ha sido el marido.
—Algún día, tendrás el caso de una mujer muerta que no haya sido asesinada por su marido.
—No es sólo por eso—bufó Beatriz—. Los niños no están. ¿Quién
si no iba a llevarse a los niños?
—Acabamos de emitir la orden de búsqueda. Pero recuerda que es sólo sospechoso. Aún.
—Me juego el cuello. Además, mira el desorden de toda la casa. Se los llevaría a la fuerza el hijo de la gran puta. Y mira cómo se ha ensañado con ella.

La cara de la víctima apenas era reconocible por las quemaduras. La habían atado y quemado en la bañera, con cuidado de que el fuego no se expandiera por el resto de la casa. Una muerte horrible.
Tac, tac, tac.
—¿Has escuchado eso?
—¿El qué?
—Nada, supongo—Edu, sacudió la cabeza—. Pero, Bea, que sigue siendo sospechoso. Que esta es la escena de un crimen más rara que he visto nunca. Parecía que estuvieran celebrando una fiesta.
—A lo mejor lo estaban haciendo.

Podía ser. Pero seguía siendo raro. Había dos tartas sobre la mesa del salón y lo que quedaba de una en la cocina, desperdigada por el suelo y salpicando de crema los azulejos blancos y amarillos. Había chucherías por todo el suelo como si hubieran estado jugando a lanzárselas. Sobre la mujer quemada habían vertido decenas de caramelos y piruletas.
Era macabro.
Tac, tac, TAC.
—¿Bea?
—¿Qué?
—¿En serio que no lo escuchas?
—Se te va la cabeza, de verdad—antes de que pudiera responder, la puerta se abrió. Víctor entró con voz nerviosa y movimientos agitados. Sus pecas resaltaban más sobre la cara pálida.
—¡Está en el sótano, joder!
—¿El marido?
—¡El niño! Está atado en el sótano. Sigue vivo pero no sé qué ha visto que no dice nada coherente. Llama a su hermana.

Bea y Edu intercambiaron una mirada y él se ahorró el “te lo dije” porque ni venía a cuento ni ayudaba. Y porque Bea tenía muy mala leche y él tampoco estaba de humor.

El niño temblaba. Había más caramelos en el sótano donde estaba encerrado, y el olor a agrio del vómito del chico. Pobre crío, joder. Edu ya no creía que fuera el padre y eso les complicaba la vida, pero en ese momento no importaba. Sólo importaba el chico. Y la hermana. Nicolás tenía experiencia, voz suave y cara de abuelo. Por eso el chaval dejó que él se acercara.
—¿Estás bien?
—¿Mamá? ¿Y mi hermana?
—Estamos buscando a tu hermana. ¿Sabes dónde pudo estar?—el niño sacudió la cabeza con ojos enormes antes de empezar a llorar—. Vamos, campeón. Vamos a encontrarla.
—Dijo… Dijo que era Hansel y que tenía que engordar. ¡Y me ató!

Hansel.

TAC. TAC. TAC.
Hansel. La casa de caramelo. La bruja quemada. Los golpes.
TAC. TAC. TAC.

Hansel. Gretel.
—¡En el horno, joder!—gritó corriendo escaleras arriba.

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