VIDAS ENCAPSULADAS - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

VIDAS ENCAPSULADAS.  
 por

Soledad Alegre

Me encontraba sola, muy sola. Una superiora, 22 compañeras, un solo compañero y aun así, estaba sola.

Un día llegó ella y todo se oscureció para mí y para todos. Todos estábamos  solos.
Se acercaba a una y ...temblaba, se aproximaba a otra y lo mismo.
No era miedo, era pánico.

A sus espaldas estábamos unidas, nos comprendíamos.

Comenzó la investigación cuando nos hicimos fuertes para luchar contra ella. Un equipo policial vino a nuestro rescate. Todo apuntaba a que en breve dejaría de machacarnos.  Ya veíamos el día en que pondríamos fin a la ingesta indiscriminada de tranquilizantes.

La policía tenía clara la escena, era de libro. Todas las pruebas quedaban más que demostradas. La luz empezaba a iluminar nuestras caras. Años sin experimentar esa sensación.

Un giro inesperado: sus contactos hacían que perdiéramos la partida. No podía ser. Volvían las nubes.
El miedo era cada vez mayor entre nosotras y estábamos unidas solo en apariencia pero éramos conscientes de que seguíamos solas.

La tristeza y el miedo son muy malas compañeras. Los únicos  compañeros que nos ayudaban venían en cajas, en forma de cápsulas: don Ansiolítico y Don Miorelajante. Nos hicimos inseparables.

Todas queríamos vencerla pero el temor  cada día se apoderaba más de nosotras. Sin habernos dado cuenta nos encontrábamos poseídas por el desánimo y la cobardía. Nuestros nuevos mejores amigos no nos dejaban pensar con claridad.  Actuábamos por inercia, sin esperanza ni ilusión. Pero ahí estábamos, al pie del cañón, de cuerpo presente pero con la  mente evadida.

A penas la veíamos pero se olía su violencia, su maldad. Ese perfume no lo olvidaremos nunca.

Nos hundió, nos humilló, nos vejó. Éramos conscientes,  o inconscientes tal vez.

Entonces, una a una fuimos cayendo pero una fuerza sobrenatural hizo que nos volviéramos  a unir. Otra vez, la apariencia y las ganas de estar juntas no pudieron vencer a nuestro pavor. Ella era fuerte, nosotras no.

Seguíamos solas, cada vez más solas y desunidas.
Esto le daba fuerza al ciclón y la tempestad cada día era peor.
La policía no haría nada más por nosotras. No lo entendíamos.
Ya estábamos tocadas y hundidas. No era posible empeorar la situación.
La vida se entristecía por segundos. La investigación concluyó, se cierra el caso. Éramos 23 infelices y la policía lo sabía. ¿Por qué no ganan los buenos?
Todo ha acabado, seguimos hundidas.Estamos completamente derrotadas.No hay nada que hacer.
Que injusto: su vida sigue igual y ¿no lo pagará nunca?
Quizás hasta que su marido no deje de ser el jefe de la comisaría, su cuñado el alcalde y su hija la concejala de bienestar de este pueblo, nuestra lacera siga dominando el terreno.

Estuvimos solas, seguimos solas y seguiremos solas.

Eso sí, la policía no podrá hacer nada por nosotras porque está atada de pies y manos pero cada día tenemos nuevos amigos para superarlo: hoy se ha unido al  club Don Neuroléptico.

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