NOCHE SIN TELE - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

NOCHE SIN TELE

Le estaba observando desde detrás de las cortinas de la ventana de mi habitación, en el segundo piso de la casa de la esquina, según se va hacia la estación. A oscuras, no fuera que cualquier atisbo de luz delatase mi presencia.
Llevaba allí como veinte minutos o más, inmóvil, apoyado en el quicio del portal, el cuarenta y tres, donde vive ella. La noche era de las más oscuras de este invierno lluvioso y frío que calaba hasta lo más profundo. Casualmente en el tramo de acera en el que se apostaba el individuo las farolas estaban fundidas, ¿o quizá no era casualidad?
No me había fijado en él hasta que no encendió un cigarrillo, de repente un punto luminoso que dejó entrever su figura oscura, ¿llevaría mucho tiempo allí? Según fui acostumbrando la mirada pude adivinar algunos detalles. Gabardina oscura por debajo de las rodillas con cinturón ajustado, zapatos negros que refulgían de puro empapados a la luz de algún coche ocasional. Sombrero de ala ancha que le ocultaba cualquier posible resquicio que quedase por encima del cuello subido de la gabardina. Guantes oscuros que se dejaban vislumbrar a la brasa del cigarrillo. La mano que no fumaba estaba dentro del bolsillo, que le abultaba más de lo normal. No llevaba paraguas a pesar que no había dejado de llover en todo el día. Ya era el tercer cigarrillo que encendía, ¿estará nervioso?
En la tele estaban poniendo alguna porquería de reality de moda, la apagué, ésto era mucho más sugerente. Se acercaba la medianoche y la calle se había quedado en silencio, tan solo el lejano murmullo del altavoz de la estación anunciando la salida del nocturno a la capital desbarataba la imagen.
De repente la luz del portal que acechaba se iluminó. La brusquedad de la luz irrumpiendo en el cuadro me hizo dar un respingo a la vez que el caballero oscuro se escurría hacia la penumbra que quedaba a la izquierda. Tiró el cigarrillo que tenía a medias, lo pisó, un acto reflejo seguramente, mientras se ajustaba el ala del sombrero que le ocultaba los ojos. Vi como adoptaba una posición de espera, tensa,que me recordó a la pantera negra a punto de saltar sobre su víctima; sacó la otra manodel bolsillo empuñando algo que en mi imaginación supuse metálico. A mí no me llegaba la camisa al cuerpo, no podía ni respirar, tampoco pestañeaba no fuera a ser que me perdiera lo que fuese que iba a pasar.
En el preciso instante en el que ella, la mujer rubia que vivía en el tercero interior, salía del portal protegida por un pequeño impermeable verde manzana que dejaba al descubierto sus largas piernas rematadas en unos impresionantes zapatos rojos de tacón de aguja, la misteriosa figura salió desde la oscuridad abalanzándose sobre ella.



Pseudónimo: Rosa María

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