LA MODIFICACIÓN - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

LA   MODIFICACIÓN

          Hoy Nicolás no ha abierto mi libro.
               
          Nicolás se ha ido a la playa con su mujer. Y me ha dejado solo. Bueno, solo-solo, no. Estoy con mis compañeros, siempre. Ellos son mis compañeros en esta novela policíaca escrita por un escritor polaco, llamado Ansick Coens.
        
        No me he presentado: me llamo Yuri Voronkov y soy uno de
los protagonistas principales. Y sé que debería estar contento por el hecho de serlo pero ya estoy harto de ser un detective que investiga un crimen, que fornica con la principal sospechosa y que finalmente me matan, aunque la policía pilla al asesino. Ya estoy cansado de ser presentado en la página 23, de hacer el amor siempre en las páginas 273 y 344 y también  de que me maten en la página 786. Y no puedo salir de aquí.
        
         Ahora he oído como llegaban de la playaNicolás y Ana, su mujer.Salados,  se han duchado. Después, Nicolás ha venido a la habitación y ha cogido mi libro y se ha puesto a leer. Ha comenzado por un trozo en donde yo no aparecía. Estoy esperando que me lea, que me recree, que me imagine.

         Nicolás siempre coge el libro por las noches, pero un día porque está cansado y tiene dolor de cabeza, otro día porque ha ido a cenar con sus amigos y vuelve un poco bebido y otro día porque Ana se pone encima (o al revés), sólo lee algún párrafo. Después pone un punto, pero la mayoría de días debe volver al principio del capítulo, porque no se acuerda. Y todavía es la hora de que llegue a la página donde hago mis deducciones.

         Si os tengo que decir la verdad, ya empiezo a estar estoy cansado de mis maravillosas deducciones. A mí, que no soy libre, me gustaría hacer el amor en la página 1, o en la 504, o en la 623. El culpable de todo este sufrimiento es, evidentemente, el autor. Pero como ya está muerto, ya no lo puede cambiar.
         Mi vida no es sino la eterna repetición de lo idéntico. Siempre haciendo lo mismo... Encerrado en estas páginas blancas, manchadas de tinta negra, envidio a los humanos. Sí, envidio a Nicolás, porque no sabe cómo le irá en el trabajo, no sabe cuántos hijos tendrá, no sabe si mañana morirá. Yo, por mi parte, sí que lo sé. Me matarán, indefectiblemente, en la página 786. Y allí todo el mundo sabrá que yo era el detective, pero también el asesino. Y me molesta mucho que me vayan señalando con el dedo, sobre todo cuando el lector la explica a otra gente.
         ¿O es que pensáis que, obligatoriamente, debo de ser feliz con el papel que me han dicho que debo de hacer?
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          ¿Sabes, Ana? -decía Nicolás cerrando el libro -, esta novela  es muy extraña: apenas la he terminado y no ha habido manera de averiguar quién era el asesino.



PSEUDÓNIMO:    SOLINO

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