LA MENTE TE JUGÓ UNA MALA PASADA - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

                         LA MENTE TE JUGÓ UNA MALA PASADA
 


Era un 23 de Noviembre, arreciaba el frío y la niebla, en la calle apenas si se podía ver a dos metros por delante. El silencio reinaba, todos parecían haberse quedado en casa. De repente, una forma humana que se tambalea… se aproxima a mí y cae contra el suelo, justo a mis pies. Era difícil ver la cara amoratada y cianótica que presentaba aquella persona que yacía junto a mí. Miré a mi alrededor, pero nadie transitaba la acera en aquel instante. Me incliné hacia aquella persona que parecía…¡jolín, está muerta! Nervioso, volví a mirar alrededor deseoso de que alguien pudiera echarme una mano, pero la bruma no me permitía ver nada. Me levanté y me dirigí hacia la luz del bar, yo sabía qué tipo de establecimiento era porque había caminado por aquella vía miles de veces. Entré y en su interior no había nadie, ¿dónde se había metido todo el mundo, aquella tarde?
Volví al lugar de la escena donde yacía aquella persona. Su cuerpo, frío y amoratado continuaba allí tendido mientras que su ropa se humedecía debido a la niebla. No sabía qué hacer. Pensaba al mismo tiempo que procuraba calmarme. Escuché un vehículo que parecía avanzar por la calzada hacía el lugar donde estábamos, así que decidí pedir ayuda. Me aproximé al límite del acerado para que me pudiera ver el conductor, hice aspavientos con mis brazos y grité, pero la poca visibilidad lo impidió. Una vez más, miré hasta donde alcanzaba mi vista y no vi a nadie. Retorné al bar que seguía vacío y al que pude localizar, a pesar de que la niebla aún era más densa. Traté de encontrar el cuerpo de la persona tumbada en la acera, pero fue en vano. No veía nada y me recliné, aproximadamente en el lugar donde creía haberle dejado. Con los brazos trataba de ir palpando el suelo con la intención de toparme con su cuerpo. Al no encontrarlo sentí una ansiedad que me ahogaba. Daba vueltas en aquel lugar y de repente mis manos tocaron unos zapatos, pero la posición de aquellos me indicaban que la persona se había levantado… ¡no era posible! Aterrorizado fui levantándome y no di crédito… un policía se encontraba a menos de una cuarta de mi cara. Nos miramos fijamente por unos instantes, totalmente en silencio, que solo fue roto por la voz áspera y tosca del agente: ¿se le ha perdido algo? Me quedé sin palabras, no podía articular sonido alguno. Mi pelo se había erizado, todo mi cuerpo se encontraba estremecido… ¡no puede ser!, me dije una y cien veces. Quise correr y alejarme a toda velocidad pero mis piernas no me respondían. Estaba despavorido, aterrorizado por lo que estaban viendo mis ojos. Aquel agente era el mismo hombre que minutos antes yo había visto sin pulso sobre la acera de la calle.
                                                                                       

 IBADOLA

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