La boda - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

La boda

Por Henry Canudo

Te lo contaré, ahora que te estás quedando dormida, y que ya apenas me oyes ni me entiendes; te lo contaré aunque no me hayas pedido explicaciones, porque además no sabes nada de por qué te está pasando lo que te está pasando ni de lo que sucedió…

Lo primero que debo hacer es pedirte perdón. Porque no eres culpable de nada ni te mereces lo que te está ocurriendo.

El asunto es que no debiste estar en aquella boda. Pobre chica.

Hacía un año que Rocío, la mujer con la que estuve antes que contigo y de la que te he hablado tanto, se había ido con otro, huyó sin decirme nada.

Lo pasé tan mal, tan mal, tan mal que no te puedes hacer una idea. No sé cómo pude sobrevivir a todo aquello.

Y cuando ya estaba mucho mejor, algo más sereno después de casi un año, apareciste tú, Virginia, en aquella boda, en la boda de mi querido amigo Isaac. Y eras igual que ella, que Rocío.

Sorprendentemente eras la viva imagen de ella, te parecías tanto, tu cara era y es tan parecida a la suya, que me dio un vuelco el corazón y me puse enfermo. Eras ella, aunque eras un poco más baja de estatura. Eras ella, con su peinado tan parecido, sus ojos, sus labios, hasta su forma de vestir... pero no eras ella. Supe que debía hablar contigo enseguida. Que debía hacerte mía, cuanto antes.

Y, afortunadamente, quisiste estar conmigo, te enamoraste de mí. Y fue maravilloso. Nos hemos amado tanto. Qué lujo haber sentido tu confianza todo este tiempo, qué bien lo hemos pasado juntos.

Ahora que ya creo que ni sientes mis palabras, que creo que estás yerta en mis brazos –no siento tus latidos desde hace unos momentos-; ahora que por fin te has librado de mí afortunadamente, te debo decir que la vida es así de repugnante y vomitiva, y de sórdida, y debo pedirte disculpas, mil perdones por matarte con el líquido que te he puesto en el té.

Yo tenía que matarte, Virginia, lo siento, no sé si en el otro mundo lo comprenderás. Te pido disculpas y reconozco que soy peor que una rata rastrera. Una puta rata rastrera. Una rata asquerosa, Virginia.

Tenía que acabar contigo, tenía que acabar con ella, con Rocío, con la mujer que me destrozó la vida sin ningún miramiento. Tenía que vengarme de alguna forma, y apareciste tú…

Rocío tuvo razón en dejarme, lo reconozco. La hice al final muy infeliz. Y a ti te hubiera acabado haciéndote lo mismo, Virginia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alexandra Ortiz "La monicha", por mariana - Carmona XXX Concurso Nacional de Cante Flamenco

Carmona: Nevada 10 de Enero de 2.010

Flamenco: Mari Nieves Sanchez “Nieves Itoly”, por Polo Carmona XXXI Concurso Nacional de Cante Flamenco