EL ÚNICO TESTIGO - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"


EL ÚNICO TESTIGO
(Darkman)


Siempre había oído algo así como que a veces el subconsciente trabaja al margen de nuestra propia voluntad. ¡Menuda estupidez! No creía que eso fuera posible…
Cuando llegué a casa tras redactar el informe era medianoche. Aún tenía restos de sangre por toda la ropa, en la cara y en el cuello, y antes de meterme en la cama decidí tomar una ducha. El agua helada me recorría la espalda y apoyado sobre la pared con los ojos
cerrados no podía evitar recordar la escena.
Antes de salir de la Comisaría hacia el Juzgado, lo que parecía el disparo de un francotirador había volado la cabeza del único testigo antes de que declarara, para después esfumarse. La bala que atravesó su cabeza haciéndola explotar como un globo y esparciendo sus sesos por todo el interior del coche no llegó a encontrarse a pesar de haberse localizado el impacto. Sin duda alguien la había hecho desaparecer.
Todo resultaba muy extraño. Solo yo sabía el día, la hora de salida y el vehículo que íbamos a utilizar. No lo había comentado intentado evitar precisamente lo que había ocurrido. El testigo y yo esperábamos la llegada del conductor y alguien había filtrado la información en el último momento. Así se lo había dicho al Jefe.
Introduje la ropa en la lavadora y la puse en funcionamiento. Mientras seguía haciendo cábalas, en el interior la lavadora podía oír un tintineo que de inmediato relacioné con el sonido del botón metálico del pantalón vaquero golpeando en el tambor. No me preocupaba para nada lo que le había ocurrido al testigo. Era tan asesino como su jefe e intentaba librarse de todo declarando contra él. Era, además de un asesino, un traidor. Estaba bien muerto.
Recibí una llamada. No podía salir de mi asombro cuando me comunicaron que el Jefe mafioso al que se disponían a juzgar, había aparecido colgado en los calabozos. Yo le había visitado poco antes y se encontraba con vida. Esto terminaba con el caso. No había imputado ni tampoco testigo. Alguien los había juzgado, condenado y ejecutado. Si algún día llegara a conocerle, le estrecharía la mano.
Inmediatamente después de colgar el teléfono sonó el timbre de la puerta. Al abrirla lo primero que vi fue el negro cañón de un subfusil apuntándome directamente a la frente y varios policías esperando detrás.
Eran mis propios compañeros.
Una vez que me tenían inmovilizado en el suelo, procedieron a registrar mi apartamento. Encima de la mesa encontraron mi pistola de la que extrajeron su cargador. Faltaba un cartucho. De la lavadora sacaron mi ropa y en el bolsillo de mi pantalón encontraron una bala, cuyo calibre coincidía exactamente con el de mi pistola. En mi pantalón vaquero, a modo de cinturón, hallaron un trozo de cuerda exactamente igual que la que ahorcó al jefe mafioso.
Desde el suelo pensaba que ante tales evidencias, cuando todo finalizara debía cumplir mi promesa de estrecharle la mano a mi subconsciente…

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