EL PERITAJE - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"
EL PERITAJE
Jamás en todos sus años al servicio de la ley le había tocado al protagonista de esta historia ser parte de algo semejante y, a pesar de que un agente especializado en crímenes violentos no tenga otra opción más que acostumbrarse a convivir con la muerte, ninguno puede asegurar que lo ha visto todo.
Todo comenzó una fría madrugada de Julio de 2003. Por esos instantes, un móvil de la bonaerense recorría el lugar que le había sido asignado a su conductor desde la fecha en que había sido reclutado: Moreno, una de las localidades más hostiles del Gran Buenos Aires. Muchas noches había vivido este policía momentos de tensión durante sus recorridos por aquellos singulares parajes: asaltos frustrados, peleas callejeras y persecuciones cuyo resultado fue nulo en la mayoría de las oportunidades, teniendo en cuenta que los malvivientes casi siempre concluían ocultándose en alguno de los precarios asentamientos diseminados por la zona; fortalezas impenetrables donde no existían otras reglas más que las que imponía el más fuerte...
El hecho que tuvo lugar era muy común. La venta de drogas. Una operación simple se realizaba en una esquina, de esas que varios servidores públicos han presenciado pasivamente infinidad de veces, sin intervenir por falta de interés y por considerarlas “moneda corriente”.
Las sirenas se encendieron un instante en señal de advertencia pero los delincuentes respondieron con disparos nerviosos y poco certeros, con el objeto de intimidar más que matar. Acto seguido se dieron a la fuga en una motocicleta apostada a pocos metros. La persecución se extendió por un lapso no mayor a diez minutos hasta desembocar los protagonistas en un barrio de tenebrosos monoblocks, derruidos y carentes de iluminación. Cuando el oficial al volante se percató de la zona a la que había sido guiado ya era demasiado tarde. No una bala sino una piedra proveniente de una de las construcciones dio en el parabrisas haciéndolo perder el control y estrellarse contra un poste. Este, con un hilo de consciencia a causa del impacto, alcanzó a sentir como segundos después era abordado por varios hombres, extraído de lo que quedaba de su vehículo y golpeado salvajemente hasta la muerte.
Dos días más tarde se encontró parte de sus restos. Cabeza y torso desnudo entre pastizales cercanos y una pierna, con visibles signos de violencia.
Toda esta información fue deducida por el perito citado en las primeras líneas pues nada se supo de este policía hasta su hallazgo.
El perito decidió, luego de su informe que ése sería el último; no soportó la atrocidad de lo ocurrido y decidió alejarse para siempre de ese tipo de escenas.
Los autores del hecho jamás fueron hallados.
Seudónimo:Carda
Jamás en todos sus años al servicio de la ley le había tocado al protagonista de esta historia ser parte de algo semejante y, a pesar de que un agente especializado en crímenes violentos no tenga otra opción más que acostumbrarse a convivir con la muerte, ninguno puede asegurar que lo ha visto todo.
Todo comenzó una fría madrugada de Julio de 2003. Por esos instantes, un móvil de la bonaerense recorría el lugar que le había sido asignado a su conductor desde la fecha en que había sido reclutado: Moreno, una de las localidades más hostiles del Gran Buenos Aires. Muchas noches había vivido este policía momentos de tensión durante sus recorridos por aquellos singulares parajes: asaltos frustrados, peleas callejeras y persecuciones cuyo resultado fue nulo en la mayoría de las oportunidades, teniendo en cuenta que los malvivientes casi siempre concluían ocultándose en alguno de los precarios asentamientos diseminados por la zona; fortalezas impenetrables donde no existían otras reglas más que las que imponía el más fuerte... El hecho que tuvo lugar era muy común. La venta de drogas. Una operación simple se realizaba en una esquina, de esas que varios servidores públicos han presenciado pasivamente infinidad de veces, sin intervenir por falta de interés y por considerarlas “moneda corriente”.
Las sirenas se encendieron un instante en señal de advertencia pero los delincuentes respondieron con disparos nerviosos y poco certeros, con el objeto de intimidar más que matar. Acto seguido se dieron a la fuga en una motocicleta apostada a pocos metros. La persecución se extendió por un lapso no mayor a diez minutos hasta desembocar los protagonistas en un barrio de tenebrosos monoblocks, derruidos y carentes de iluminación. Cuando el oficial al volante se percató de la zona a la que había sido guiado ya era demasiado tarde. No una bala sino una piedra proveniente de una de las construcciones dio en el parabrisas haciéndolo perder el control y estrellarse contra un poste. Este, con un hilo de consciencia a causa del impacto, alcanzó a sentir como segundos después era abordado por varios hombres, extraído de lo que quedaba de su vehículo y golpeado salvajemente hasta la muerte.
Dos días más tarde se encontró parte de sus restos. Cabeza y torso desnudo entre pastizales cercanos y una pierna, con visibles signos de violencia.
Toda esta información fue deducida por el perito citado en las primeras líneas pues nada se supo de este policía hasta su hallazgo.
El perito decidió, luego de su informe que ése sería el último; no soportó la atrocidad de lo ocurrido y decidió alejarse para siempre de ese tipo de escenas.
Los autores del hecho jamás fueron hallados.
Seudónimo:Carda
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