EL PEQUEÑO MURCIELAGUITO - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"


EL PEQUEÑO MURCIELAGUITO
En un viejo molino cuyas aspas estaban invadidas de murciélagos, Tamarita, la niña bonita, se refugió de la lluvia; sólo tenía siete años y se había perdido el mismísimo día de su cumpleaños.
Entró al molino llorando, desesperada porque su hermosa mamá se había quedado horneando un pastel mientras ella corriendo se alejó, persiguiendo a un pajarito.
Al entrar al molino, un pequeño murcielaguito cayó sobre su hombro, la niña lo tomó entre sus manitas mientras el nene quiróptero aullaba de terror. La nena lo miró a los ojos, hipnotizándolo; el bebecito se quedó dormido; cuando lo tuvo soñando, Tamarita le dio un mordisco, dos… diez, hasta que se lo comió enterito. Ese alimento vivificante le dio a la nena la fuerza y lucidez suficientes para regresar a su casa.
Tamarita bien sabía, porque así su madre se lo había hecho saber, que la naturaleza pone enfrente de sus entes, todo lo que necesitan para subsistir.
Como aquel murcielaguito tenía un sabor delicioso, Tamarita pensó que debería llevar más a su casa y ahí criarlos para que cuando a ella se le antojara, poder disfrutar de tan excelente platillo crudo.
El, murcielaguito que se había comido la llenaba de satisfacción no sólo por su sabor un tanto amargoso sino porque cuando le dio el primer mordisco aquel crío abrió los ojos y extendió sus alas dejando ver las garritas; los pelos se le erizaron, eso bastó para que Tamarita le diera la segunda tarascada porque necesitaba saber a qué sabían esos pelos puntiagudos. Primero lo lamió para tranquilizarlo un poco y que no escapara de sus manos; en una de tantas lamidas le dio la segunda mordida, ahora en el vientre que despepitó los intestinos, verdes, amarillentos, saturados de un olor picante tan contundente que Tamarita con furia y desesperación dio más y más mordidas; con la boca llena, atascada de carne y tripas de murcielaguito, comenzó a saborear con tranquilidad aquella acidez casi amarga.
Decidió llevar a casa más murciélagos; subió a la planta alta del molino abandonado años ha; encontró una cama desvencijada con una almohada polvorienta, le quitó la funda porque era la bolsa perfecta para meter en ella alguna decena de murciélagos… caminó hasta la pared en donde cientos de ellos dormían y con la intuición que le daba su naturaleza buscó a madres embarazadas, encontró tres y así, colgadas de cabeza como estaban, les hizo cosquillas, una a una, cuando abrían los ojos Tamarita las hipnotizaba y las metía en la funda polvorienta. Logró meter a tres y luego se dio a la tarea de buscar un buen macho, lo encontró, hizo lo mismo y con su carga al hombro salió del molino, dispuesta a llegar a su casa y esconder en el ático su botín delicioso.
Una hora más tarde ya Tamarita estaba a la mesa, con sus amiguitas, soplando las velitas del pastel y con la satisfacción de haber logrado tener en su desván algunos murcielaguitos.



Seudónimo: AVE EVA

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