EL CORRECAMINOS HA MUERTO - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"


EL CORRECAMINOS HA MUERTO

La bala quemó el aire, sentí darle, él continuó manejando, disminuyendo la marcha, los policías le pisaban los talones, el Thano recibió el impacto y con cuanta clase cayó, era de película, frenó la moto, la paró con la patita, caminó unos pasos hacia una abandonada estación de servicio y allí cayó, no se dejó ver rendido sobre las ruedas, lo qué es el orgullo, morir de pie como dirían los guerreros.
Esta actitud es la síntesis de su fama, los que lo admiraban, al enterarse como murió lo inmortalizaron.
A los pocos minutos que el Thano cayó los celulares y las redes sociales comenzaron a expandir la noticia que los Policías no terminaban de creer. Debieron verlos en ese instante que estacionó la moto y se bajó, se miraban entre si los azules, uno no podía sostener la escopeta, temblaban como perros envenenados.
Estaba más que claro que ellos no pretendían atraparlo, eran conscientes de tal utopía, pero el Correcaminos frenó, estaba allí y se desplomó en el piso y los Coyotes habrán tenido la impresión que soñaban y pronto despertarían… Con cuanto estilo murió, yo lo admiraba y la pena se posó en mí como una bandada de pájaros. Se me revolvió el estómago, la garganta se cerró, había matado al Tahno, al Correcaminos, ¿Por qué simplemente no se desparramó con la moto? ¿Por qué tenía tanto talento?, ni la huesuda lo volteó de esa chatarra.
Parado sobre el techo, cubierto de aves lúgubres, me arrepentía: “Maté, maté al Thano, soy un monstruo, extinguí para los días venideros el sol de  esta ciudad… ¿A quién veré desde la azotea? A un pibe perseguido por los Policías que ha robado por hambre o a un falopa que baleó a un obrero y se pega un palo en la primer esquina a  doblar. Ahora los periodistas van a tener que laburar y los Coyotes no tendrán pretextos para enfrentarse contra las injusticias de verdad. Eliminé al delincuente del pueblo, a diferencia de otros, este no repartía, hacia la suya pero era del pueblo, si lo era”.
Más de un Policía que lo vio caer quiso ir a levantarlo, estaban confusos los pobres. El Thano no debía caer y se miraban como preguntando ¿Quién le dio? ¿Quién fue?, sin duda era yo desde el techo… y dos Gorras, los más jóvenes, corrieron hacia el cuerpo tendido, apuntándolo y gritando, ¡Manos arriba! ¡No se mueva! ¡Las manos arriba! ¡Quédese quieto!, se acercaron a los restos, lo examinaron y con la voz rota uno gritó a los demás -¡No tiene vida…!-
El Thano yacía sin vida, no volvería a subir a esa máquina que tanto le obsesionaba, no trazaría las calles con su magia. Los jóvenes y las criaturas de la noche rodearon la ambulancia cuando subían su cuerpo rígido, blanco y sin destreza en la camilla.



Seudónimo: CLEPASEK

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