DESEOS CIRCULARES - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

DESEOS CIRCULARES
Malena Burgos


Me arrodillé y supliqué por mi situación. Era consciente del hecho que había perpetrado y no podía argumentar a mi favor. El miedo me había invadidosúbitamente y no me importaba rogar y llorisquear en pos de conservar la vida. La dignidad era cosa del pasado. El desconocido, quizás familiar de la víctima, me apuntaba directo a la cabe-za. Se mantenía a tres metros de distancia, no permitiéndome la posibilidad de ata-carlo, en un eventual descuido, y quitarle el arma. Sin dudas, mi vida estaba en sus manos. Él era juez y verdugo.
---¿Por qué la elegiste como tu víctima?
---¿Qué?
---Que quiero saber si la elegiste premeditadamente o fue sólo un hecho cir-cunstancial.
Volví a llorar y a suplicar. El desconocido me observaba tranquilo y en silen-cio. Sólo volvió a hablar cuando yo cesé de implorar piedad.
---Si me decís la verdad y sos creíble, quizá, no te mate.
---¿Cómo?
---Lo que escuchaste. Contame todo, desde el principio, y si me satisface, te dejo ir.
---¿Sin siquiera llamar a la policía?
---Exacto.
Comencé a narrarle todo desde el principio. Desde aquel día, meses atrás, en que había visto, por primera vez, a la niña salir del colegio. Caminaba y reía. Era hermosa y pura. Irradiaba un tipo de belleza angelical que me enloquecía. La seguí hasta su casa haciendo lo posible por pasar inadvertido ante los ojos del mundo. Luego de esa tarde, fueron muchas las veces que la seguí. Soñaba con poseerla. Por las noches, me masturbaba pensando en ella y en la posibilidad de desvirgarla. Hasta que un día,cuando se desvió de su ruta habitual y decidió atravesar las hectáreas de la cervecería abandonada, se me presentó la oportunidad. La tomé a la fuerza y la arrastré hasta una habitación en ruinas. Maquinarias oxidadas y mesas rotas,olvidadas en dicho ambiente de la fábrica. La ombligué a arrodillarse y le llené la boca con mi miembro erecto. Fue delicioso, su suave lengua me hizo gemir de placer. Luego de un rato de regocijo, le ordené que se desvistiese y se acostara so-bre una mesa de metal. Su cuerpo exuberante y curvilíneo contrastaba con su rostro aniñado. Obedeció sin titubear mientras lloraba de manera silenciosa. En el momento que me disponía a penetrarla, una voz resonó a mi espalda. Al girarme, un hombretón de cabello entrecano me apuntaba con una pistola. La niña comenzó a correr a campo traviesa.
---Me gusta la historia. Y te la creo.
---¿No me matará?
---No.
El hombre me obligó a arrodillarme y hacerle lo mismo que yo le había hecho hacer a la colegiala. Luego de un rato, siempre apuntándome a la cabeza, me obligó a desvestirme y arrodillarme sobre una silla. Me violó repetidas veces. Fue desga-rrador.
---Son historias parecidas. Deseos circulares. Entrelazados. Yo también te vengo siguiendo hace meses y deseaba poseerte. Podés irte.

Pasaron doce años y un fuego enloquecedor aún quema mi interior.

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