DEL AMARILLO AL NEGRO - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

DEL AMARILLO AL NEGRO


Salía todas las mañanas antes de las siete de su taller, parte del cual había convertido en vivienda, en la avenida Jerome, en el Bronx. Pronto encontró un cliente.
–¡Taxi! –Entre dos coches aparcados, unamujerblanca agitaba el
brazo. Cuando se detuvo,junto a ella, el típico vehículo amarillo, inmenso, se abrió la puerta trasera derecha de manera automática. La viajera se introdujo en el espacioso habitáculo estanco. Con el mismo automatismo, se cerró la puerta. En seguida, escuchó la voz de saludo del conductor, con mucha amabilidad, a través de megafonía, al otro lado de un grueso cristal blindado que disponía de una pequeña ventanilla del mismo material para abrirla a la hora de cobrar. La pasajera no se extrañó de aquellas medidas de seguridad. Nueva York es una ciudad peligrosa para los taxistas.
–Buenos días, señora. ¿A dónde vamos?
–A la 65 con Broadway, por favor.
–En seguida. –El taxista intentó dialogar como tenía por costumbre–. Espero que el olor del coche le resulte agradable, es perfume de maderas de oriente.Resulta caro, pero vale la pena. Al cabo del día, pasa mucha gente por ahí ycada uno deja su olor personal… ya sabe.
–Sí.
–Parece que el díaserá espléndido.
–Sí.
Mirando por el espejo retrovisor, el conductor entendió que callarse era lo mejor.
Como siempre hacía en estos casos, llevó el vehículo hasta su rincón favorito de Central Park. Después, se fundió de nuevo con su taxien el denso tráfico de la interminable ciudaden busca de clientela.
–¡Taxi! –La experiencia se repetía varias veces al día. Cuando llegó por la noche a su taller para cerrar el vehículo, le estaba esperando la policía. No tuvo tiempo de reaccionar antes de que lo inmovilizaran.
En el interior del local había pequeños animales disecados. La policía le conminó a que declarase. El hombre se defendió de manera desafiante.
–Además de llevar un taxi, soy taxidermista, ¿qué hay de malo en ello?
–¿También asesinas a personas blancas?
–Me niego a contestar si no está mi abogado delante.
–Abre el maletero.
El taxista se vio perdido y se rindió. Al levantar la portezuela aparecieron los dos cadáveres delos últimos pasajeros blancos que había llevado ese día. La policía llevaba años tras su pista. En el sótano del taller, se descubrió el macabro museo. Las cabezas disecadas de las víctimas, cada una bajo la fotografía que les hacía recién asesinadas. Unas eran calaveras ya, otras estaban en estado de putrefacciónavanzado, otras eran recientes. El resto de los cuerpos los repartía, descuartizados, durante la noche, por distintos contenedores.
–¿Cómo lo hacías?
–Con el perfume de maderas de oriente, insuflaba monóxido de carbono cuando el cliente era blanco. Le llevaba a Central Park, en un rincón solitario, y allí lo metía en el maletero. Cuando lo tenía lleno, volvía al taller a descargarlos.
–¿Por qué lo has hecho?
–Para vengarme del desprecio y del racismo que sufren los míos.


EL PÁVIDO

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