Caramelos - I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"

Caramelos.

Cruzaba la calle silbando, se había descompuesto la hora del reloj, era tarde pero quizá no tanto –o-tanto-mucho-más. Silbaba besando al aire con los labios, agudas melodías estallaban, atrevidas se iban perdiendo con el viento, como en una danza de sonidos y vida.
Golpeando suavemente el vidrio del quiosco, tres veces amables, mira el quiosquero y con un gesto me hace saber que sería atendido a la brevedad –o-tanto-más-breve-fuera-posible. Perfilando a través del vidrio, vestido de falsa sonrisa me pregunta:
-¿Qué quiere joven?
Alegre estuve hasta escuchar su voz, apenas más fuerte que el llanto del bebé que estaba detrás. Ya no estaba alegre, estaba poco-ahí. La mente se nubla, la visión también.
-Caramelos- dije con un tono extrañamente irritado, espero unos segundos y alegué- por favor.
Mirándome con desconfianza, el quiosquero acaparador de vueltos, percibía mi estado de ánimo.
-¿De cuáles querés?- preguntó.
-Tutti-frutti, banana y todo lo que tenés en la caja- respondí violentísimo.
El hombre (¿hombre?) miraba la punta de mi .38, sin saber lo último que volvería a ver después del retumbe del tambor. Agarré los caramelos y un poco de cambio, empecé a silbar armoniosamente. Tenía caramelos, ya era feliz.

Ivanief.