La confesión I Concurso de microrrelatos "La cruz del Negro"
La confesión
Afonso Freitas, nada más llegar al pueblo orensano de Parada de Sil, llamó a la Policía Nacional para informarles de que había encontrado unos huesos en el bosque mientras buscaba trufas con su perra.
Unos días después y tras leer el informe del forense –el cadáver correspondía a un varón de unos sesenta años de edad, llevaba muerto un lustro y la causa de su fallecimiento era un fuerte golpe que había recibido en la parte posterior de la cabeza– el inspector de policía, Breixo Laiño, decidió interrogar personalmente a Afonso. Al llegar a su casa, le pidió que le acompañara a dar un paseo. Juntos caminaron por senderos de la Ribeira Sacra, recorrieron bancales con viñas y divisaron los cañones del Sil. Cuando llegaron al lugar donde el aldeano había hallado el cadáver, el policía le preguntó:
–¿Por qué encontró los restos óseos bajo este castaño, entre los miles de árboles que nos rodean? ¿no será que quería decirnos algo?
–Es usted muy sagaz, inspector. Yo maté a Xuxo Painceiras hace cinco años por un problema de lindes y lo enterré aquí con mis propias manos. Pero, ¿desde cuando sospechó de mí?
–Desde que supe que se trataba de un asesinato. Porque encontrar un cadáver en este bosque caducifolio es como descubrir una aguja en una pajar. ¿No le parece?
Seudónimo:Juan Marañón
Afonso Freitas, nada más llegar al pueblo orensano de Parada de Sil, llamó a la Policía Nacional para informarles de que había encontrado unos huesos en el bosque mientras buscaba trufas con su perra.
Unos días después y tras leer el informe del forense –el cadáver correspondía a un varón de unos sesenta años de edad, llevaba muerto un lustro y la causa de su fallecimiento era un fuerte golpe que había recibido en la parte posterior de la cabeza– el inspector de policía, Breixo Laiño, decidió interrogar personalmente a Afonso. Al llegar a su casa, le pidió que le acompañara a dar un paseo. Juntos caminaron por senderos de la Ribeira Sacra, recorrieron bancales con viñas y divisaron los cañones del Sil. Cuando llegaron al lugar donde el aldeano había hallado el cadáver, el policía le preguntó:
–¿Por qué encontró los restos óseos bajo este castaño, entre los miles de árboles que nos rodean? ¿no será que quería decirnos algo?
–Es usted muy sagaz, inspector. Yo maté a Xuxo Painceiras hace cinco años por un problema de lindes y lo enterré aquí con mis propias manos. Pero, ¿desde cuando sospechó de mí?
–Desde que supe que se trataba de un asesinato. Porque encontrar un cadáver en este bosque caducifolio es como descubrir una aguja en una pajar. ¿No le parece?
Seudónimo:Juan Marañón
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